Adictos al amor

¿Quiénes?

Las distintas explicaciones que encontramos, en los libros de autoayuda mencionados y en los grupos resultan ser del tipo unidireccional, ven una sola parte de los actuantes de este tipo de relación como dependiente y adjudican solamente a la mujer dicho papel, como así mismo no logran incorpaorar el área social.

• Se explica como una adicción de un miembro hacia el otro.
  
  
• Es adjudicado el rol de quien ama a ella y el rol del culpable a él.
  
  
• Se adujudica este problema a  la baja autoestima de quien es adicto "al amor".
  

Entendemos que estas explicaciones son simplistas, unidireccionales y tendenciosas.

Como todo lo psicológico este problema tiene origen social.
En lo que le pasa a cada persona están implicados desde los otros más cercanos hasta el universo.
En las situaciones que se denominan “Adictos al Amor” están involucrados por lo menos los dos miembros de esa relación. Ambos ponen su cuota de necesidad para que esto suceda.

La dependencia no es unilineal, de uno solo, es circular y ambos la mantienen y alimentan.

En estados extremos se va creando una rutina de momentos cúlmines de grandes y espectaculares experiencias seguidos de oleadas de dolor y de pánico, para volver a vivir conjuntamente aquellos momentos sublimes y así sucesivamente...


La baja autoestima está jugando en ambos, es solo uno de los componentes y por sí misma no dice nada. El daño de la identidad, que lleva a este tipo de relaciones, va más allá de la baja autoestima. La ilusión de omnipotencia y la de ser nada son dos auto imágenes que están presentes en ambas personas de estas relaciones dependientes.

Una deficiente formación de la individuación –cualidad básica de la personalidad- hace que cada uno de la relación no acepte las diferencias personales, que el otro tenga que ser como cada uno quiere, necesita y espera.
Esto conlleva a la dificultad de mantener una intimidad saludable.
El pánico a llegar a mayores grados de intimidad genera nuevamente distancias. Es necesario, entonces, buscar el complemento en la dificultad de intimar. Ambos no pueden intimar y compartir sin juzgar o tratar de cambiar en su esencia al otro.
En este juego ambos impulsan el alejamiento. Uno toma el rol de sufrirlo y buscar al otro, mientras que este otro toma el rol de abandonar.

Hay una perversión de los roles de las relaciones que son basadas en la paridad y en la igualdad, sea esta una pareja o una amistad.
En estas adicciones a la dependencia afectiva los roles no son igualitarios. Uno  juega el rol de dominar y el otro de ser dominado.

Hay ciertas creencias (mitos o dogmas) como causas que también inciden en la formación y sostenimiento de este disturbio:

“Por amor se soporta todo”

“La mujer debe seguir al hombre en la vida y en la muerte”

“Se deberán amor eterno hasta que la muerte los separe”

“Amar es darlo todo”

“Yo amo más que el otro, o el otro me ama más que yo”

“La mujer salió de la costilla del hombre”.

“Hay amores que matan”

“El amor es dar sin esperar nada a cambio”

Creencias culturales que inciden para que los afectos no sean vividos de forma constructiva, llegando a desconocer su propia escala de valores.
Es importante plantearse hasta donde cada uno está dispuesto a dar por amor, qué se está dispuesto a ceder, a dar y a negociar. Sin dejar de lado qué se espera recibir del otro.

Un factor común en ambas personas que forman este tipo de relación es la posesión del otro como objeto.

Son relaciones en permanente peligro de ruptura o abandono, y con la sensación de no ser querido. Lo cual genera una exigencia constante de muestras de amor.
Aferrarse a enamorar al otro haciendo algo que hasta ahora no se hizo o modificando lo que se hizo mal. Esta idea, de que algo se hizo mal por lo cual el otro “abandonó”  genera incertidumbre buscando en la historia reciente la culpa personal. Es así como se está pendiente de lo hecho, que es lo que faltó, qué es lo que no debió de ser así: se repasan los encuentros, las charlas, los correos-e...

“Bueno... ¡basta caramba!, quien se cree que es al final; que se vaya al mismísimo diablo yo dejo de seguirle detrás"

Esto es un avance, una decisión que parte de la dignidad personal.
Y la sostiene a pesar de las ganas, de la desesperación de escuchar, ver, leer algo, aunque más no sea esos “después te llamo” casi siempre incumplidos. No obstante pasa el tiempo y la voluntad puede vencer esa compulsión de agarrar el teléfono, o de mirarlo y decirle algo, o de abrir un correo-e y escribirle; son muy buenas batallas ganadas. Pero tal cual se dice no se ganó la guerra. Entonces, en el mejor momento de estar disfrutando de vencer la compulsión, el otro aparece mágicamente. . .
Y. . . comienza nuevamente la rueda de adulaciones, deslumbramiento, gran protección para desaparecer inmediatamente después de un gran momento amoroso.

“Es la persona adecuada, tiene justamente todo lo necesario para ser mi pareja, pasa que aún no lo entiende, solo falta que se de cuenta que la felicidad está acá, que la pareja ideal soy yo”.

Tras una aparente inseguridad, baja autoestima hay una gran soberbia y necesidad de ser lo mejor. De poder superar cualquier rival que constantemente el otro le refriega delante de su nariz. La compulsión en general es a ganarle al otro, a ser más que todos, a demostrarse una vez más que siempre se es “el elegido”.

Es un perverso juego en donde juegan las dos partes. El desprecio y la descalificación es un común denominador en ambos, es la otra cara de la sobrevalorización o interés supremo.

Es un constante elucubrar:
Uno, de cómo ser útiles e imprescindibles al otro con tal de que se fije en forma definitiva en uno, igualmente haga lo que haga esto nunca se logra.
El otro de cómo conseguir que se lo persiga en forma incondicional.

No es la persona equivocada la que se elige para este pernicioso juego. Son dos que se eligen para entrar en esa ronda equivalente a la ruleta rusa. Un juego de a dos en donde, a diferencia de la ruleta rusa, la bala mortal llega mucho después de pequeñas destrucciones mutuas en donde ambos pierden siempre algo de dignidad, de integridad, y de capacidades en general.