Rótulos
Llamemos a las cosas por su nombre Y con su significado
Distintos malestares psicológicos se convierten en enfermedades
a través de un sinnúmerode desentendimientos,
descontacto con lo que realmente pasa y malentendidos de todo tipo.
Una serie de dificultades muy generalizadas nos asombra y desubica en la calle, hogares, escuelas, instituciones varias, consultorios.
Padres, docentes y profesionales pierden el control de niños y adolescentes. Desmadre generalizado.
No se les puede poner coto a conductas inadecuadas o peligrosas. La impotencia se apodera de los adultos responsables de la educación y éstos reaccionan en forma totalmente opuesta a una guía madura basada en la protección y la contención.
Ejemplos:
- Se pasa de la permisividad total a las órdenes autoritaristas
- Ante la rebeldía juvenil cunde la desesperación, los adultos intervienen como otro joven más o con actitudes de víctima, peleando o pidiendo en lugar de dirigir.
- En lugar de consignas claras y precisas acerca de lo que se debe o no hacer se administran densas charlas explicativas que no pueden ser entendidas.
- Mensajes y contramensajes abundan en la comunicación desde las casas a los medios masivos de comunicación. Se propicia así la confusión, la parálisis, sobrevienen sentimientos de desvalimiento e indefensión, niños, jóvenes y adultos quedan, sin rumbo, expuestos a desbordes y a excesos incontrolables.
La confusión cunde a la hora de poner los límites. El rol de autoridad se suplantó por el autoritarismo o el “todo vale”. Padres, docentes y las distintas personas que ejercen el rol de direcciones no ejercen su función; el rol principal de ellos es dirigir, esta es la palabra, este es el nombre, dirigir que significa guiar y conducir de forma clara, firme, segura, sabiendo que hay límites que no se deben transgredir, innegociables. Hablamos de límites básicos, ellos se cuentan con los dedos de una mano.
Adultos que pierde el control de sí mismos. El timón de la propia vida no lo tienen ellos, no pueden decidir sobre lo personal, en una desubicación que va creciendo, en un malestar que no se sabe de que se trata, cuando piden ayuda la intervención de los otros resulta ser más de lo mismo, aumentando estas dificultades a través de indicar todo lo que debe hacer la persona cuando en realidad se trata de que retome la conducción de la propia vida. A mayor desorientación más dedos índices señalando inopinadamente que se debe hacer.
Se forma así un círculo del tipo de “bola de nieve” o espiral dialéctica destructiva.
Las personas van quedando inmersas en una situación caótica y desbarajustada ocupando en el lugar de la enfermedad con rótulos que van condicionando cada vez más a no ser ellas mismas.
Etiquetas y drogas para diversos síntomas que acusan malestar personal y social, las personas que sufren pasan a ser rotuladas, irrumpen abruptamente en la conciencia de la gente otros nombres que las definen, ahora son bipolares, TLP (trastorno límite de la personalidad), panicosos, adictos al amor u otros interesante nombres que sirven para la autodenominación. La persona queda entonces más tranquila con la ilusión de retomar de alguna forma una identidad que va siendo cada vez más intangible. Se apoderaran del presente y del "destino" los psicofármacos; quedan subordinados a las pastillas cuan muletas de por vida despojando una vez más del derecho de cada uno de valerse por sus propios recursos. Es lamentable el función de los profesionales que plantean solamente esta salida, estando a la vez ellos sometidos al gran poder financiero de los laboratorios.
Mientras los del entorno quedan tranquilos y cómodos evitando ver las responsabilidades propias y sociales en estos disturbios.
Con el tiempo se agravan o cambian los síntomas en los que subyacen en forma creciente desconciertos y confusiones acerca de un proyecto de vida que se va diluyendo. Desubicación acerca de los distintos roles a desempeñar, impotencia para resolver necesidades cotidianas, incertidumbre acerca de quién es quién, etc… y la angustia se va tornando insoportable. Cada vez más y distintos psicofármacos y menos entorno personal y social que se haga cargo de lo propio y pueda apoyar al que sufre.
Estados de ira, furia y violencia en cualquier grupo social.
Un simple enojo sube y sube de voltaje hasta alcanzar grados inconmensurables y puede pasar cualquier cosa. La combinación de una serie de elementos genera un destructivo brebaje que sirve de festín para los sometedores de toda especie y condición:
Impunidad + vive el hoy, el pasado ya fue y el futuro no existe + se sólo vos + todo es según el color del cristal con que se mira + no te metas = ira, furia y violencias sin límites. Entonces comienza otra conjunción con medios de comunicación masiva interesados en un estado de terror que hacen diariamente alharaca de cada hecho de violencia en forma tal que va sembrando cada ves más justicia por mano propia, cada vez más violencia, cada vez más miedo.
El miedo se va transformando en pánico de manera injustificada y abrupta al no hallar alternativas personales y sociales para transformar esa realidad colmada de tantos factores destructivos. Al contrario, se encuentran cada vez más medidas de encierro o sintomatologías como defensa. Los propios recursos y las medidas comunitarias solidarias brillan por su ausencia.
Todo esto deja más inerme a las personas y a los grupos con la consecuente mayor exposición al peligro.
La sexualidad está despojada de sus componentes básicos por lo tanto es una sexualidad displacentera, dejando como consecuencia esa área irresoluta, esto produce una vida insatisfactoria y no manejada por sí mismo, llevando a enfermedades físicas, psicológicas y sexuales. Hace a personas vulnerables a quedar sometidos a cualquier poder.
Sectas religiosas e insanos grupos juveniles.
Grupos sociales cerrados, con culturas marginales, teñidas de pesimismos, desalientos y desengaños hacia todo y todos. Desnaturalizan la rebeldía adolescente con una ideología de pérdida del sentido y de proyectos, en la cual la vida social abierta y libre va desapareciendo. Captan a jóvenes y adultos que padecen síntomas y malestares basados primordialmente en una vida que desde el vamos está siendo propiedad de otros. Por la propia naturaleza de estos grupos se refuerza la dependencia y el sometimiento, agravándose así los síntomas o transformándose en otros aún más insanos.
Este estado de cosas tiene que ver con la cultura del comoqueismo, nada es cierto, todo es como que, nada se puede afirmar como existente en la realidad. Las muletillas "nada" y “como que” dan cuenta de esta deformación, ante ello el ejercicio de preguntar y preguntarse "es lo que estás diciendo o es nada" o ¿es como qué o es así? es útil para desarmar este adiestramiento de 2 o 3 décadas que lleva a no discernir entre las realidades que son y son así y las que no son o son posibles que sean así.
En tanto se trasmitan límites al nivel del "como que" en lugar de un "es" dejan de ser ideas y límites ciertos, entonces por ejemplo en un intercambio de diferencias lo saludable es discutir para llegar a un acuerdo conjunto y los "como que" hacen pasar por negociable lo innegociable y posteriormente se exigen o reclaman conductas que nunca fueron explicitadas como inexorables.
Las responsabilidades no son tuyas ni mías, ¿de quien son?, ¡del gran bonete!. Sí, parece todo es un juego cuando una persona fresca y descuidadamente alguien dice "no es mi problema" y se refiere por ejemplo al enojo de alguien por que ella misma falló a un compromiso, o bien se refiere a un preocupante síntoma de alguien allegado. En el otro polo nos encontramos con confundir las responsabilidades con un favor o ayuda, por ejemplo si alguien de la familia tiene que hacer una tarea doméstica por que le corresponde no es adecuado el "colabora" o "¿me ayudas con...?".
Cada vez están más confuso los distintos niveles de responsabilidades y jerarquías, diferenciar estos niveles en las relaciones asimétricas es fundamental, así como es fundamental guiarse con niveles de paridad en las relaciones simétricas.
Vemos, por ejemplo, personas sintomáticas en hogares con disfuncionalidades en cuanto a jerarquías y paridades, como ser que ambos padres no pueden establecer el nivel de paridad que les corresponde para dirigir su familia.
O la ineptitud de ubicarse a nivel simétrico cuando la relación lo es, docentes, colegas u otros profesionales que son pares y están luchan por tener supremacía y poder sobre el otro.
Este tipo de disturbio se trasmite a toda la institución, sea educativa, profesional u otra. Llamando a las cosas por su nombre cuando se dice pareja o compañera/o son eso y eso es ser par, donde derechos y obligaciones son parejos.
Si de sexualidad se trata las deformaciones y trastrocamientos de los nombres no tienen palabras. Parecería innombrable aquello que no se puede nombrar como corresponde tal cual es la cosa.
Rescatamos el gran avance que significa hablar de educación sexual en los establecimientos escolares y los medios de difusión. Esperemos que el paso de denominar cada cosa con su nombre en esta materia sea posible prontamente. Las diferenciaciones entre educación de reproducción humana, educación para la prevención de las enfermedades venéreas y educación sexual no están registradas y todo se da como educación sexual.
Otra confusión sumamente importante a la hora de ejercer la sexualidad es el concepto de que el sexo es amor. Por una parte el sexo básicamente es deseo-placer, por lo cual si alguien siente que tiene amor lo habilita para relacionarse sexualmente con quien no siente ese impulso y la sexualidad queda desvirtuada, así mismo que es el amor no se sabe, especialmente los jóvenes suponen que es amor una simple atracción o fuerte excitación y entonces ¡adelante!.
Otro fenómeno que produce grandes estragos es el quemeimportismo. Fenómeno que se caracteriza por el desplazamiento de la importancia de las cosas.
Hace una gran cantidad de años vemos en las psicoterapias de familias con miembros con síntomas graves una sobrevalorización de cualquier detalle o conducta del miembro con síntomas mientras que para los acontecimientos de relevancia hay un encogerse de hombros o reírse de los mismos. La suma importancia que le dan a hechos insignificantes queda rápidamente desvalorizada por la evidencia, en tanto la actitud del “qué me importa" va signando como natural y normal conductas altamente nocivas.
Del dicho al hecho hay mucho trecho. Si bien es esperable en alguna medida también es esperable que esto tenga una medida, es saludable para todos que se ponga más guía, apoyo y coherencia y por ejemplo se pueda apuntalar mejor a las personas que padecen más los avatares de esta gran melange de un mundo globalizado en donde reina el comoqueísmo derivado de "todo es según el color del cristal con que se mira" y el quemeimportismo derivado del individualismo exacerbado a la enésima potencia.
Poder registrar cuando lo que se hace es opuesto a lo que se dice y poder plantearlo saliendo de la actitud del que me importa total es como que no se dijo nada cambia radicalmente la salubridad de cualquier grupo.
Por hoy queremos dejar claro el hecho de poder ver más allá de los rótulos y los supuestos y llamar a las cosas por su nombre.
"Al pan pan y al vino vino", esta disposición habla de la Cualidad Básica de la Personalidad que es el Discernimiento como capacidad de poder diferenciar las distintas cosas, por ejemplo si la persona está desorientada en cuanto a su proyecto que ya no es posible se trata de esto por más que tenga x síntomas, no se trata que es panicosa, y la solución es ver como puede rearmar el proyecto o cambiarlo o . . ., la solución no es un medicamento.
Estas realidades existentes, en mayor o menor grado, en cualquier círculo social marcan la necesidad de la existencia de personas que puedan detenerse y hacerse cargo a fin de no sumar más de lo mismo y puedan tener actitudes que posibiliten el comienzo de una espiral dialéctica constructiva.