Psicopatía Charlas Dr. Marietan
Charla sobre psicopatía
Dr. Hugo Marietan
Cámara de Diputados, 1 de julio de 2011
Primera parte, desgrabada
El tema es tratar de identificar a los psicópatas, entonces la parte inicial sería saber a que llamo psicópata.
Primero, el psicópata que vamos a tratar hoy, decimos que no es el psicópata forense, por ejemplo, aquél que mata. Vamos a tratar al psicópata que está entre nosotros sin tener esas estridencias que tienen estos psicópatas forenses. Puede ser un compañero de oficina, un jefe de algún sector, una de las parejas nuestras, un hijo nuestro, algún profesor de universidad, un empresario, hay grandes tiburones entre los empresarios, algún deportista, que tienen esa doble fachada; por un lado se presentan como personas con ciertos rasgos comunes, y por otro lado, pueden presentar rasgos psicopáticos.
Una cosa que llama la atención de estas personas es que no están el cien por ciento siendo psicópatas, sino que un porcentaje mínimo, muy escaso y con determinadas personas, se presentan como psicópatas, es decir, se sacan la máscara. Por lo general, en otro enorme porcentaje del accionar del psicópata que se muestra como una persona común, de ahí que sea tan difícil de señalarlo, de distinguirlo como psicópata. En aquellas personas que, desafortunadamente, conviven con un psicópata, que yo llamo complementarios, a veces les cuesta muchos años darse cuenta que están frente a un psicópata.
Ayer mismo vino a consultarme un profesional muy destacado, estuvo veinte años casado con una psicópata y recién la semana pasada se dio cuenta de eso. Mientras tanto, este hombre, de unos cerca de cincuenta años, decía que había tenido una vida maravillosa, que había sido feliz, que había tenido hijos, que había ido a fiestas, que se había divertido mucho con su pareja, su mujer. Mientras acontecía todo esto en este mundo idílico, este profesional de alta jerarquía acá en Buenos Aires, ella tenía una vida paralela muy intensa en el terreno de lo sexual con sus varios amantes. Ahora, esa faceta, este hombre, que vivía con ella, que sabía de sus horarios, que sabía todas estas particularidades que tiene cualquier pareja, que conocen “bastante” a la pareja que tiene al lado, todas estas actividades psicopáticas permanecían en la absoluta ignorancia de este hombre que, por otra parte, no es ningún estúpido, es un hombre muy inteligente y muy avispado, y, sin embargo, hasta la semana pasada todo era un mundo distinto. Eso es con respecto a lo que vamos a charlar hoy.
¿Qué es un psicópata?
Psicópata es una manera de ser, es un ser humano como cualquier otro, pero atípico, es una forma de ser distinta. Esta definición suele chocar con muchas personas que están empecinadas en ver al psicópata como un enfermo, y no hay caso de convencerlos, insisten, porque dicen: “pero si hacen estas aberraciones, si son capaces de realizar estos actos tan tremendos o estos engaños persistentes durante años, si son tan capaces de tener esa máscara y ser actores tan brillantes y permanecer en ese estado, tienen que tener una enfermedad, no pueden ser como un ser humano. Esta capacidad de mandar, esta falta de empatía, es decir, de colocarse en el lugar del otro, debe corresponder a una anomalía orgánica, a alguna enfermedad”. No hay forma de convencerlos, no son enfermos, son personas distintas; deambulan entre nosotros, pero no son enfermos, por eso tampoco son pasibles, evidentemente, de un tratamiento. Agotado estoy de comentar, tanto en la universidad, como en las distintas charlas que doy, porque termino de decir esto, “que no son enfermos”. Otra cosa que le cuesta enormemente entender a la gente común es: “bueno, habrá tenido una infancia desgraciada, habrá sido producto de tremendos castigos o de tremendas experiencias muy negativas durante la infancia”. No, nada que ver. Muchos de estos psicópatas nacen de familias muy funcionales, armónicas, con mucho amor. Incluso he hablado con padres de psicópatas y me han dicho: “le dimos todo el amor posible, pero él es así”, y creo que esa es la definición más grosa a la que podemos atenernos. El psicópata es así, no se hace así por medios desfavorables, por una falta de amor, por una vida muy golpeada en la infancia. Acá mismo, después que termine de dar la charla muchos me van a hacer preguntas: “pero la infancia desgraciada, el ambiente etcétera”. Inevitable, yo ya estoy acostumbrado, pero esto no es un capricho mío, no es que yo me levanté esta mañana y dije: “no, el psicópata no deviene de un mal ambiente inicial en la infancia”, sino que está aprobado por todos los que estamos estudiando el tema de psicopatía durante tantos años, internacionalmente. Siempre existió esa posibilidad de que se lleva a un problema de falta de amor, supongamos.
Se han hecho todo tipo de experimentos e investigaciones, por ejemplo, a los jóvenes psicópatas, pero la psicopatía aparece desde la infancia, se acentúa en la adolescencia y se confirma después en la primera adultez; entonces los que tenían indicios de psicopatía, en Inglaterra se consideraba que iban a ser psicópatas por los indicios que a veces son muy crueles; en la infancia a veces no, son chicos modelos, siempre con un toquecito extraño, pero modelos. Se ha hecho el siguiente experimento: a estas personas les falta, decían los ingleses, rigor; son personas que no tienen el concepto del deber bien implantado, si no, no harían tantas maldades, tantas cosas tan crueles con respecto a los demás; entonces armaron tipos de escuelas secundarias especialmente para psicópatas. Los agarraron y les instrumentaron un medio casi militar: “hacés una macana, tenés este castigo, disciplina, disciplina, disciplina, el que está haciendo las cosas bien va a andar bien, el que no hace bien le falta una conducción interna que el medio se lo tiene que dar”. Al cabo de cinco años de terminar este secundario especialísimo para psicópatas en Inglaterra, los psicópatas chiquitos, de diecisiete, dieciocho años eran perfectos, estaban totalmente adaptados a un sistema cuasi militar, entonces los ingleses, muy contentos, decían: “bueno, hemos entendido en qué consiste la modificación de un psicópata, hay que darles rigor”
Los americanos (recuerdan que en América hay un enorme matriarcado) se pusieron en una posición totalmente distinta, dijeron: “no, a esta gente lo que le falta es amor, carecen de amor, son gente que le falta esa luz que da el amor”, entonces hicieron un mismo secundario (pero siempre están mirando a la madre patria, que son los ingleses, pero al revés, lo miran desde otro costado) y, de mucho amor, hicieron un colegio secundario distinto, donde los profesores eran amigos de los alumnos, eran contenedores de los alumnos, aquellos que hablaban con ellos tenían diálogos, si tenía un problema decían: “vamos a dialogar”, entonces entraban al psicopatito y dialogaban con el psicopatito; todo era permisible, todo se dialogaba, se hacían grupos, se charlaba todo. Al cabo de cinco años, esta terapia del amor, de la luz, fue maravillosa, todos los psicopatitos adaptados ahí eran caballeros, amigables, entonces los americanos dijeron: “es eso, lo que pensamos nosotros, a esta gente, los chiquitos, les faltaba amor, les dimos amor y miren acá, miren qué belleza de personas que hay”.
Diez años después, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, una vez que egresaron los señores psicópatas (recuerdan que los anglosajones son amantes de las estadísticas, sacamos las estadísticas y los anglosajones se vienen a un precipicio extraño de la incertidumbre), se hicieron las estadísticas sobre qué había pasado con ese grupo, tanto en Inglaterra, archidisciplinado, como en Estados Unidos, amor y amor.
Eran iguales, absolutamente delincuentes, estafadores, torturadores, exactamente igual en un grupo como en el otro.
Por eso yo quiero decir que esto es una manera de ser, no es una manera de estar, y una consecuencia de un clima inicial y favorable, como en el caso de las neurosis, y que las “herramientas”, que decían: “hagamos un tratamiento” no daban resultado. Tanto en España como en Estados Unidos, Robert Hare, por ejemplo, uno de los capos del estudio de la psicopatía, más fijado a lo forense, como Garrido, en España, también se inclina más a lo forense, como acá yo hago un poquito de punto de lanza en el tema, todos estamos convencidos de que no existe ninguna posibilidad de que el psicópata revierta su psicopatía, por todas las experiencias y por toda la historia que hay del concepto de psicopatía, entonces tampoco lo consideramos una enfermedad porque no hay ningún correlato que pueda decir: “bueno, esto corresponde a una alteración del cerebro que va de acá a acá”, no existe eso, consensuado. Siempre aparecen artículos donde dicen: “se encontró que el psicópata tiene tal cosa en la parte del cerebro, en el frontal, el gyrus, uncinado”, le encuentran de vez en cuando cosas, pero nunca nada como para decir: “la psicopatía depende de esto”. En consecuencia, señores, repito, inútilmente, porque después va a venir una pregunta, no es una enfermedad, al no ser una enfermedad no tiene tratamiento, al no tener tratamiento no son invariables, son iguales a sí mismos. Aquellas personas que, lamentablemente, convivan con un psicópata, pierdan toda esperanza, no va a cambiar, no se va a modificar y no se va a dar cuenta de nada.
Hace quince días una señora me decía: “estuve dieciocho años con él, todos los días me levantaba y decía ‘hoy él se va a dar cuenta de que está haciendo mal las cosas, se va a dar cuenta de lo bien que lo trato, se va a dar cuenta del sacrificio que estoy haciendo por él, si él se va a dar cuenta, entonces, va a cambiar, alguien que se da cuenta y es consciente, entonces va a cambiar’. Dieciocho años haciendo la pregunta hasta que un día se aburrió. El sufrimiento que genera el psicópata es muy intenso, a veces, entonces cansa, y vino a verme y dijo: “me cansé”, porque el psicópata produce hartazgo, llega un momento en que la persona que convive con él se harta.
¿Por qué se harta del psicópata? Porque el psicópata tiene acciones sobre los demás de las acciones que tiene un neurótico sobre los demás, que tiene un psicótico sobre los demás o de una persona normal sobre los otros.
¿Qué es eso que lo distingue al psicópata de este otro tipo de personas que he mencionado? La cosificación. El psicópata cosifica al otro, lo considera una cosa; esto es muy duro de decir; él no te considera a vos una persona, sino una cosa, una herramienta, algo útil para él, para sus objetivos. Otra característica que el psicópata tiene es que está trabajando siempre para sí mismo, haga lo que haga, parezca lo que parezca, el psicópata siempre trabaja para sí mismo, aunque esté haciendo un plan de beneficencia para…, o esté haciendo las casas para medio país: “pobrecitos”, el tipo está trabajando para él y cuando le levantan un poco los papeles: “este tipo nos estafó a todos”, pero mientras tanto era todo beneficio, “y qué altruista este tipo, ¡qué raro! ¿No?”. Escarban un poquito y se encuentran con que él está trabajando siempre para él, siempre para él.
Entonces, la cosificación, esa es una de las claves que tienen que tener ustedes para entender al psicópata, cosifica, ustedes no son personas, son cosas, y realmente él las ve así, los ve así, porque hay psicópatas mujeres, si el tres por ciento de la población es psicópata, más o menos la relación es tres a uno, tres varones y una mujer, pero hay mujeres. Entonces, al ser ustedes cosas, no tienen el mismo valor que él; él los mira y los percibe como objetos inferiores, algo a ser usado, y una de las enormes batallas que tiene la persona que convive con él, que son las complementarias, es tratar de que esta persona, porque se da cuenta, le dice “que es una inútil, que para esto no sirve, que para esto tampoco, ¿cuándo vas a aprender a hacer estas cosas?”, y a veces es mucho más sutil, pero siempre está la descalificación.
Uno de los primeros casos que yo tuve en psicopatía, por ejemplo, cuando yo no sabía nada de psicopatía, y pensaba que se curaba y que era una enfermedad y que se veía que iba a cambiar, y que había tenido una infancia triste, pobre muchacho; cuando yo era así, tan bruto, una vez se me presentó una abogada, una señora de mucha jerarquía dentro de su pueblo, una profesional; tenía, en aquel entonces, treinta y ocho, treinta y nueve años, tenía dos o tres hijos y le digo:
-¿Qué profesión tiene usted, estudió algo?
-Sí, soy abogada.
-¿Ejerce?
- No.
-¿Por qué no ejerce?
- Mi marido no quiere, dice que yo no sirvo para la abogacía, que soy una inútil.
Pero me decía: “porque soy una inútil”, sin sacar lo emocional cuando uno es agredido, como la agresión es constante y durante tanto tiempo, ella ya aceptaba ser una inútil. El señor también era abogado penalista. Esta enorme descalificación durante tantos años se debe a este concepto de cosificación, es un trabajo de sapa, no es un trabajo grotesco. Por eso también a veces tiendo a callar con las personas que creen que el golpeador sí o sí es un psicópata, el golpeador sistemático. El psicópata no necesita golpear, el psicópata domina a través de todas las manipulaciones psíquicas, en las cuales él es un artista, domina a través de implementar dos recursos que dan muy buen resultado: usar el miedo y manejar los recursos, el psicópata maneja los recursos, maneja la caja, maneja el sueldo y después, el miedo: “guarda que si yo no estoy, si a mí me pasa algo vos sos muy inútil para defenderte sola. ¿Qué va a pasar con los chicos? ¿Qué va a pasar con la agrupación? ¿Qué va a pasar con el club? ¿Qué va a pasar con el país? Si yo me voy, guarda ¡eh!”. Entonces asusta, por un lado y, por otro lado, maneja los recursos, dos elementos de la manipulación.
Otra cosa: no quieren a nadie, ese otro enorme problema que tienen las mujeres que conviven con psicópatas, que me dicen: “pero él me dijo que yo era una mujer especial, que me quiere mucho, y ¿por qué usted me dice que no quieren a nadie?”, y yo le digo: “señora, los hechos nos remiten”. No quieren a nadie, excepto a ellos mismos, por supuesto, se tienen tanto amor que parece que no les queda más amor para dar a los demás.
¿Por qué no quiere a nadie esta gente? La respuesta correcta, científica sería: “No sabemos”, pero en tren de especular decimos: porque no tienen empatía, el colocarse en el lugar del otro, el decir: “yo a este no le voy a hacer daño porque a mí no me gustaría el daño que yo pienso hacerle a este”, es decir, para tener empatía hay que considerar al otro una persona, no tienen empatía. Tampoco ellos entienden cómo funciona la cabeza del ser humano, no entienden cómo funciona la cabeza de los otros.
Yo he tratado a muchos, tratado en el sentido de conversar, de trato, a muchos psicópatas que vienen a fisgonear cuando yo estoy atendiendo a la complementaria, vienen a saber “quién es este tipo que le está haciendo la cabeza a mi mujer”, entonces yo me doy cuenta y a veces converso con ellos, y no saben cómo funciona la cabeza de un humano, de una persona común. Nosotros, los humanos, no sabemos cómo funciona la cabeza de ellos porque tienen una lógica tan distinta que jamás vamos a poder comprender qué es lo que está pasando ahí, dentro de esa cabeza y cuál es el fundamento por el cual hace lo que hace ¿por qué hace? Si tiene todo. ¿Para qué tiene que tener un avión, una Ferrari, y dale y dale, pero ¿qué sos? Un ciempiés. No entendemos esa cabeza y nos ponemos a pensar y no hay caso, no entendemos, pero tampoco ellos nos entienden a nosotros, no saben cómo somos. Y hay algo más triste todavía, no les interesa, como a nosotros no nos interesa cómo funciona un control remoto, excepto a un par de interesados en ingeniería, no interesa cómo funciona, funciona y punto. Con el psicópata sucede lo mismo, toma una complementaria, la asusta con esto, hace tal cosa, toma aquello, hace tal otra, amenaza acá, hace tal otra, como un control remoto, van manejándose.
Son sólidos, yo trato de buscar una figura concreta, es un sólido, el psicópata es algo sólido, la persona común tiene poros, tiene cosas blandas, tiene debilidades que se traducen en dudas, la persona común duda de esto, duda de aquello: “¿estará bien lo que hago?” Va y consulta, se hablan entre ellos, buscan un amigo, el que no tiene amigos va a un sacerdote, a un rabino, lo que sea, pero estos no, son unidades, son sólidos, se manejan de acuerdo a sus propias leyes, a sus propios códigos. Conocen perfectamente los códigos comunes, todos, porque si no serían inmediatamente detectados por desadaptarse con su accionar; sin embargo ellos se manejan en el código común, pero a su vez, tienen sus propias valoraciones y sus propios códigos. En ese sentido, las acciones negativas de los psicópatas siempre tienen una excusa para ellos mismos, porque al tener sus propios códigos, esas acciones negativas que hacen para los demás están justificadas para ellos. Para nosotros, desde afuera, nos parece una aberración lo que hizo, algo incomprensible. Para ellos está tan justificado por su lógica especial que tienen. Somos muy distintos a los psicópatas y estas personas tienen sus valoraciones y su forma de ver, tienen una apetencia tremenda por el poder, son gente de poder, son gente que siempre está trabajando por el poder. El poder, tanto en una familia, donde acaparan el poder, en un club, en una intendencia, en una gobernación, en una iglesia, el poder. El psicópata es hombre del poder, o es mujer del poder.
Y en esto lo diferenciamos del perverso; el perverso es algo más conocido. ¿Por qué el perverso es más conocido que el psicópata? Muy sencillo: porque Freud, padre de la psicología psicoanalítica, lo estudió. El perverso es alguien relacionado a las acciones negativas, en relación con lo sexual y Freud decían sexo y él respondía: “yo, vengan corriendo a mí”, trabajaba sobre eso. Entonces Freud estudió bastante el tema de la perversión, y está todo ligado al tema sexual y, sin embargo, en todas las obras completas de Freud, los libritos verdes, hay una página que habla del psicópata, y habla así, al pasar. Esta bien, pobre tipo laburó como un condenado para saber cómo era un neurótico, no le podemos pedir mucho, pero sí estudió el tema de la perversión.
Hay perversos que no son psicópatas, para nada, un fetichista, “le robo una prenda íntima a la chica y después me la pongo”. ¿Y ese tipo a quién molesta así danzando con una prenda íntima de mujer frente a un espejo? No molesta a nadie, a él le sirve para excitarse, para generar la parafilia y todas esas cosas, pero no molesta a nadie, no podemos decir que este es un psicópata porque tiene fanatismo por el zapato o por el tipo de piel de una mujer, ¿A quién molesta ese? ¿Cómo daña al otro? No.
El otro gran maestro del psicoanálisis, Lacan, iban los alumnos y le decían: “doctor, ¿qué hay acerca de la psicopatía?”, entonces Lacan decía: “yo de esos canallas no me ocupo”, él se ocupaba de otras cosas. Esta repercusión hizo que ni Freud ni Lacan estudiaran psicopatía, y eso tiene su secuela porque, por ejemplo, en la UBA se enseña psicología sobre la escuela de Lacan y de Freud, y de psicopatía, ni hablamos, por eso para muchos psicólogos la psicopatía es algo nuevo, algo distinto, y siempre tratan de encararlo por el lado que hizo Freud, uno dice psicópata y dice: “bueno, debe tener algo que ver con la infancia”, otra vez, la terrible y triste historia de su infancia, el maltrato y todas esas cosas porque eso es lo que ellos saben por la escuela freudiana que se les enseñó para estudiar neurosis, entonces hacen una asimilación. Y es un error.
En cambio, como el perverso se dedica a hacer la parte del sexo, el psicópata es gente de poder. Donde hay poder están los líderes naturales y comunes que también van tras el poder porque son líderes naturales, pero también están los psicópatas.
A veces, el psicópata es, a su vez, perverso, entonces multiplica la cosa, es psicópata y perverso porque ejerce el poder y además tiene abusos sexuales. Por ejemplo, un violador es un psicópata y un perverso, y a veces el psicópata no tiene nada que ver con la perversión, se dedica exclusivamente al tema del poder, trabaja exclusivamente para ganar posiciones de poder. Por eso, dentro de los políticos vamos a encontrar a muchos de estos psicópatas porque están ahí justo donde se amasa el poder, quizá los vamos a encontrar en mayor proporción en la población general o en una organización, recuerden que cada cien son tres.
Y otra característica que tienen que entender del tema de la psicopatía es que son seres especiales, no son seres mediocres, comunes, siempre tienen algo especial. Cuando ustedes digan: “este hace bastantes maldades, pero no es un tipo especial”, no tiene nada de especial, es solamente un maldito, no tiene porqué ser psicópata. Hay tipos que son muy malos y no son psicópatas. Hay neuróticos agresivos, jodidos, manipuladores y no son psicópatas, son neuróticos que están descargando sus neurosis contra los demás y buscan una víctima y ahí le dan, pero no son psicópatas, son neuróticos. Hay gente que es cruel, hay gente que es neurótica del tipo sádico, que disfruta, que siente placer con hacer daño, con generar dolor en el otro, ese no es un psicópata, es un sádico.
Como ven, a medida que avanza la charla, la distinción de un psicópata es cada vez más compleja, porque hay que separar este, hay que separar los normales, hay que separar los neuróticos, hay que separar los psicóticos.
Un psicótico no es un psicópata. Al psicótico se lo llama loco, el loco, aquel que tiene otro plano de la realidad, se maneja con otro plano de realidad. El psicópata, no, está perfectamente adaptado a la realidad y siempre decimos que no es consciente de su psicopatía. Por eso es inútil agarrar este libro, por ejemplo, “Mujeres ancladas en psicópatas” y decirle: “mirá, acá estás vos, leete así te entendés”. No sirve de nada. Sí sirve este librito porque muchas mujeres dicen: “acá me encontré, está acá, usted lo escribió por él, ¿lo conoce?”. “No, no lo conozco, conozco de psicopatía, lo que pasa es que su marido se adapta, más o menos, al patrón del libro”.
Como ven, el tema de la psicopatía es nuevo en nuestro país, por eso muchos profesionales, inclusive de la psicología, todavía tienen que tener unas horas de vuelo en el tema de la psicopatía como para entender, porque a veces uno tiene opiniones sobre la psicopatía, como todos tenemos (nosotros somos opinólogos de cualquier cosa), entonces se nos ocurre un tema y opinamos, tenemos esas opiniones reflejas, cuando no conocemos, nos parece que, de pronto, sabemos algo, pero no, la psicopatía hay que estudiarla, es un tema muy serio, muy delicado, por todas las implicancias sociológicas en las cuales los psicópatas están implicados y que hacen tanto daño, porque pueden destrozar una pareja, destrozar una familia, destrozar una comunidad, e incluso destrozar un país. Por eso el tema de la psicopatía es muy triste e intrincado.
Segunda parte, en MP3 (tiene 11 megas, 25 minutos) click aquí para bajarlo.
http://www.marietan.com.ar/material_picopatsia/diputados_2da_parte.htm 26/07/11